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jueves, 11 de junio de 2015

Queipo "preguntó quiénes eran, y cuando le dijimos que eran carabineros, mandó que los fusiláramos, cosa que inmediatamente se hizo...”. La Memoria al servicio de la Justicia. Día 162

“...Y al llegar a un punto de la playa, me encontré al General de División Queipo de Llano, que había visto a un grupo de prisioneros que había allí. Preguntó quiénes eran, y cuando le dijimos que eran carabineros, mandó que los fusiláramos, cosa que inmediatamente se hizo...”.

Texto extraído de un escrito autolaudatorio y hagiográfico publicado por Fernando Zamacola, miembro de esta conocida familia vasca de asesinos falangistas asentados en la provincia de Cádiz, en su solicitud, reivindicación y manifestación de méritos para recibir la franquista Cruz Laureada de San Fernando. Según un artículo publicado por Manuel Almisas Albéndiz en Rebelion.org, los Zamacola fueron "jefes locales de Falange de El Puerto de Santa María (Domingo) y de Rota (Fernando) en los primeros meses del derrocamiento por las armas del gobierno legítimo del Frente Popular. Puede que no supiera que después de la llegada de un tercio de legionarios de Ceuta a Cádiz el 19 de Julio de 1936 liberaron a los presos derechistas que se encontraban en el tristemente célebre penal de El Puerto de Santa María, entre los cuales se hallaban los hermanos Zamacola y otros dirigentes falangistas de la zona. No supo del papel que jugó la Falange en la retaguardia como cuerpo represivo que se dedicó a encarcelar y ejecutar a partir de agosto del 36 a numerosos cargos electos republicanos y militantes de partidos de izquierda y sindicalistas. Los hermanos Zamacola, entre otros, fueron responsables de los fusilamientos en aquellas primeras semanas de varios centenares de vecinos de Chipiona, Sanlucar, Trebujena, Rota, Jerez y El Puerto. Tampoco supo, quizás, de la formación de la centuria falangista denominada “Los leones de Rota” que comandó Fernando Zamacola y que pronto partió al frente destacándose por su especial violencia y crueldad. Los pueblos de la sierra de Cádiz y Málaga donde estuvieron a partir de agosto de 1936 (como Casares, Benamahoma y Grazalema) lo recuerdan como partícipes activos, dejando un “reguero de sangre y muerte”, como recuerda el historiador Fernando Romero".

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